sábado, enero 19, 2008

11

Hubo un día, fué sábado…

Compartía momentos, muy y no muy, agradables con unos amigos. Hasta que tocó ese momento, el de irse de ellos.

Tomaba, como siempre, un transporte que me llevara a mi casa. No sabía la hora que eran, pero que de pronto definirían, quizá, la hora en que tomaría esa línea.

Llegué a eso de las once de la noche… no interesa la hora. Llegué más que incontento, de esas veces que dices “por qué no le hable”.

Nunca lo supe… Creo que nunca lo sabré o quizá lo se y nunca lo admita… sus ojos, su rodilla rozando la mía… su pantalón negro a rayas… quizá el calor que transmitía… quizá los signos de afirmación que me transmitía… nunca expresé nada… su blusa blanca.

Estuvo todo el tiempo delante, todo el tiempo cerca, todo el tiempo a costa de mi palabra…

Como siempre… quizá.

Sus ojos delineados y su piel trigueña… es sorprendente tanta quietud…

Pude pensar tantas cosas… o solo una…
alguien en quien pensaba…

En ese momento, solo alguien que esquivaba miradas más que yo.

Si hubiera mirado… ella me miraba.

¿No?...

¿Por qué?

No lo se…

Era luz de noche… era noche de esplendor, y no le correspondí mirada alguna.

Fue noche que repetiré si recuerdo…

Eran las once de la noche.